señora Cordero. Como se sabe, esta historia ya habia sido retomada en un célebre episodio del Quijote, cuando el héroe ataca un rebaño al confundirlo con un ejército, y en la menos célebre novela de Thomas Harris, The silentof lamps (conocida en cambio por su versión cinematográfica). Pero ya a propósito del asesinato "serial" de caballos en Nadie nada nunca, ”Tomatis habla de Ayax y los Atridas"3° y de los ritos del chivo emisario. Sin embargo, esta pulsión repetitiva, destructiva, no se distingue de "aquella pulsión de verdad, porque ambas forman parte, paradójicamente, deunat mania constructiva y ordenadora dela realidad. En efecto, "aunque es verdad que, desde cierto punto de vista, todo lo que se refiere a los actos humanos es locura, seria prudente reservar esa palabra para designar algo específico y que es, no extraño a la razón, sino el resultado de una razón propia que ordena el mundo según un sistema de significaciones sin fisuras, y por eso mismo impenetrable desde el exterior. Morvan sabía que la puesta en escena que se desplegaba en la habitación tenía un sentido para el que la había organizado, pero ese sentido nunca se haría evidente a nadie que no fuese su propio organizador"3'. ¿"Y a quién sele hace evidente el sentido de esa puesta en escena?. A Morvan, el detective, el asesino. La locura, pues, no es lo contrario de la razón: la locura es querer ordenar lo sensible insensato a partir de lo sensato insensible. La locura humana es ordenar todo lo que existe a partir dela lógica de sus propios mitos y pretenderasí "reinar sobre los hechos”. Locura son, por ejemplo, los jardines del racionalismo francés. Locura es la civilización sarmientina, esa violencia bárbara que se ejerce sobre las cosas y los hombres para modelarlos, disponerlos o disciplinarios según los parámetros de los discursos humanos, como si fueran las cosas mismas quienes exigieran secretamente esa violencia, esa disposición o esa disciplina; Por eso es en más de un sentido que la narrativa policial es "policial”. Por otro lado, cuando mutilaba y "desentrañaba” a sus victimas, Morvan no hacía otra cosa que buscar en esa materia estólida y viscosa el misterio de su sentido, como cuando "desentrañaba", en su rol de detective, el sentido de un crimen misterioso: “Las torturas por ejemplo no eran practicadas por puro sadismo agrega Saer-, sino con el fin de verificar si ese cuerpo exterior al suyo, del cual él había sido expulsado, era sensible al dolor igual que su propio cuerpo, y las diferentes mutilaciones, decapitación, descuartizamiento, aberturas toráxicas o 53 Ulises. Justamente, Ia última víctima de Morvan se llama Mme. Mouton, es decir,
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