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R U B E N D A R I O
Adivinando a Dios, o al dios
que en tu mente y en tus sentidos,
por el dulce enigma de dos,
te dé el secreto de los nidos.
Seas emperatriz futura
y un corazón sea tu imperio,
por la beldad de tu ternura
y el cetro de tu cautiverio.
Y versos dulces sean dichos
en donde trisquen halagüeños
los cervatillos de tus sueños
con las corzas de tus caprichos,
Y huelle tu talón de rosa
la arena de oro perfumado
por los ungüentos de la Esposa
en los jardines del Amado.
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