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langosta, había perdido las bestias de tiro y había sido finalmente asesinada por los indios Arapahoc.

Los cazadores canadienses lo habían sabido por boca de los mismos indios Arapahoc, a quienes vencieron en una gran refriega, apoderándose de más de cien cueros cabelludos, entre ellos el del propio Marcwood (1).

Aquel relato causó enorme impresión en mis compañeros, y el viejo Smith, el más consumado de los trashumantes, que al principio había hecho oposición al viaje por la Nebraska, dijo en presencia de todos que era yo más smart que él y que podía ser su maestro.

Durante nuestra permanencia en aquel hospitalario summer camp recobramos todas nuestras fuerzas. Allí conocí, además de a Thorston, con quien trabé estrecha amistad, a Mick, célebre en todos los Estados, que no pertenecía al campamento, pero que en compañía de dos famosos aventureros, Lincoln y Kid Carstone, erraba por los desiertos. Aquellos tres singulares personajes habían librado grandes batallas con tribus indias enteras y verdaderas, y siempre su destreza y su pericia y el sobrehumano valor de que estaban dotados les habían asegurado la victoria. El nombre de Mick, sobre quien tantos libros se han escrito, era tan temido de los indios, que, para ellos, más valía su palabra que todos los pactos con el Gobierno de los Estados. Muchas veces había el (1) Sabido es que ciertos salvajes tienen la costumbre de arranear el cuero cabelludo a los enemigos vencidos.—(N. del T.)