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Outlaws, era inevitable un encuentro con ellos, que había de ser mucho más encarnizado que con los indios.

Así, pues, comuniqué inmediatamente a mis compañeros la posibilidad de tal contingencia, y los dispuse en orden de batalla. Decidido estaba a extirpar radicalmente aquel nido de vagos o a morir, y con este objeto resolví atacarlos antes de que ellos nos atacaran.

Entretanto, desde el valle fuimos vistos, y dos hombres a caballo vinieron a nuestro encuentro a brida suelta, lo que me tranquilizó del todo, pues no eran los Outlaws hombres que malgastasen el tiempo con embajadas. Dijéronnos que eran cazadores al servicio de una compañía comercial americana traficante en pieles, y que tenían establecido allí su summer camp, es decir, su campamento de verano.

En vez de una batalla, nos esperaba, pues, una cordial acogida y toda suerte de socorros por parte de aquellos altivos, pero honrados, cazadores del desierto. Con los brazos abiertos nos recibieron todos ellos, y dimos gracias a Dios por habernos preparado, después de nuestra miseria, un tan dulce reposo. Dos meses y medio habían transcurrido desde que habíamos dejado las riberas del Big Blue River; se acababan nuestras fuerzas, los mulos estaban medio muertos, y he aquí que de pronto podíamos descansar por algunas semanas, completamente seguros y con alimentos abundantes para nosotros y para las bestias.