Página:Liliana - El torrero - Yanko - Sueño profético (Narraciones).pdf/70

Esta página no ha sido corregida
70
 

alguno había llegado hasta el pequeño lago; pero que no nos había visto ni habíamos oído nosotros sus voces. Y para evitar malévolas suposiciones llamé a los compañeros, y así que los tuve a todos reunidos formando círculo, entré en el centro con Liliana cogida de la mano, y dije con voz grave: — Gentlemen! Sed testigos de que en vuestra presencia yo doy a la mujer que aquí veis el nombre de esposa, y sedme testigos ante los tribunales, ante la ley y ante quienquiera que en Oriente o en Occidente por ello os preguntara.

—All rigth!, and hurra for you both! (1)—contestaron a coro.

Luego el viejo Smith, según era costumbre, preguntó a Liliana si consentía en tomarme por marido, y cuando ella hubo contestado sí, fuimos considerados por toda aquella gente como legítimos esposos.

En las lejanas estepas del Occidente y en todas las regiones donde no existen ciudades, jueces e iglesias no se verifican nunca de otro modo los esponsales; y todavía hoy en los Estados Unidos, si alguien da a una mujer que vive bajo el mismo techo el nombre de esposa, tiene su declaración la misma fuerza legal que los documentos.

Ninguno, pues, de los emigrantes manifestó sorpresa alguna, ni consideró nuestras bodas desde otro aspecto que el de la seriedad que le daba la costumbre. Todos se mostraron regocijados, por.

(1) Perfectamentel y ¡Hurra por los dos!—(N. del T.)