Página:Liliana - El torrero - Yanko - Sueño profético (Narraciones).pdf/58

Esta página no ha sido corregida
58
 

nero a un corpulento gaznápiro, armado con una pequeña segur, y a quien, forcejeando por desarmarle, habíale cortado en redondo la mano.

Les cogimos muchos caballos; mas eran tan salvajes e indómitos, que no pudimos utilizarlos. Los prisioneros, comprendiendo a los heridos, fueron numerosos, y mandé que fueran asistidos con solícitos cuidados. Luego, a instancias de Liliana, después de regalarles mantas, armas y caballos para los heridos más graves, los dejé en libertad.

Aquellos míseros, que, persuadidos de ser llevados al suplicio sin tardar, habían empezado a murmurar sus monótonos cantos funerarios, sintiéronse de momento casi espantados al ver lo que hacíamos con ellos, creyendo que les dejábamos' marchar para darles caza en seguida, según la costumbre india. Pero al contestar que no los molestaríamos lo más mínimo, alejáronse satisfechos, celebrando nuestro valor y la bondad de la Pálida Flor»»; nombre con el cual habían bautizado a Liliana.

El día aquel terminó con un triste acontecimiento, que vino a empañar nuestra alegría por una tan señalada victoria y por los efectos que de ella conjeturábamos. Entre los nuestros no hubo ningún muerto; pero varios fueron los heridos de más o menos cuidado. El más grave de todos era Henry Simpson, a quien su ardor bélico había llevado demasiado lejos en la lucha. Por la noche empeoró de tal modo su estado, que entró en la agonía.

Veíase muy bien que deseaba hacerme una confi-