Página:Liliana - El torrero - Yanko - Sueño profético (Narraciones).pdf/52

Esta página no ha sido corregida
52
 

Aquel día, sin embargo, habíanse visto las primeras flechas, porque mis hombres habían matado y luego, siguiendo las bárbaras costumbres del desierto, descuartizado a tres indios cuando intentaban introducirse en el recinto de los mulos.

Como consecuencia de aquel suceso, al día siguiente por la noche llegó hasta nosotros una embajada de seis viejos guerreros de la tribu de las Huellas Sangrientas, pertenecientes a la familia de los Pawnis. Acercáronse con amenazadora gravedad a nuestras hogueras, pretendiendo, en compensación, algunos mulos y caballos, y asegurando que, en caso de negarnos a ello, quinientos guerreros se arrojarían inmediatamente sobre nosotros.

Escasa impresión hizo en mi ánimo tal amenaza, y más hallándose ya instalado todo el tabor en la otra orilla y bien dispuestas las trincheras; además, sabía yo bien que aquella embajada había sido enviada por los indígenas con el único fin de regatear algún botín, sin pensar en agresión de ninguna clase, en las que menguadas esperanzas podían fundar. Inmediatamente me hubiera quitado de delante a aquellos indios si no hubiera querido ofrecer a Liliana con ellos un interesante espectáculo. Mientras los viejos permanecían sentados, inmóviles alrededor de las hogueras del consejo, con los ojos fijos en las llamas, miraba Liliana, oculta detrás del carro, tímida y curiosa, sus vestidos con las costuras cosidas con cabellos humanos, las hachas con los mangos adornados de