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junto al otro, volvíame de improviso hacia Liliana, significándole que algo muy importante y urgente tenía que comunicarle; y cuando ella, llena de curiosidad, abría los oídos, decíale yo sencillamente: «¡Te quiero!», a lo que contestaba ella, sonriente y ruborizada: Also, que quiere decir «también»... ¡Y así nos confiábamos nuestros secretos en la inmensidad del desierto. donde sólo el viento podía oírnos!

Tan rápidamente transcurrían de este modo los días, que la mañana y la noche me parecían como los eslabones de una cadena. Sólo de vez en cuando alguna peripecia de viaje venía a romper aquella venturosa uniformidad. Un domingo el mestizo Wichita cogió con el lazo un antílope hembra de gran tamaño, que en las estepas llaman dick, y con ella dejóse también coger su pequeñuelo. Regalé éste a Liliana, que le puso al cuello un collar de cascabeles. Al cabo de una semana, el joven antílope, al que pusimos por nombre Katty, se había vuelto tan manso, que venía a comer en la mano lo que le dábamos, y durante la marcha cabalgaba yo teniendo a un lado a Liliana y al otro a Katty, que corría alzando hacia mí sus grandes ojos negros, pidiendo con sus balidos una caricia.

Pasado ya Winnebago, entramos en una landa lisa como una mesa, cubierta de herbazales lozanos y vírgenes. Los guías exploradores desaparecían a veces de nuestros ojos, ocultos por las hierbas y los arbustos; nuestros caballos chapoteaban