Página:Liliana - El torrero - Yanko - Sueño profético (Narraciones).pdf/35

Esta página no ha sido corregida
35
 

siera ocultarse en la sombra. Quise hablar, pero no pude; parecíame que si abría la boca para decir ¡Te amo!», caería por tierra sin sentido. Era tímido porque era joven, y en la exaltación de mis sentidos y de mi alma entera sentía que una vez proferidas las palabras «¡Te amo!», se habría corrido un velo sobre mi pasado, se habría cerrado una puerta y abierto otra, por la cual hubiera penetrado en una insospechada región. Y por más que desde aquel umbral divisara yo la felicidad, me detuve en él, sin embargo, porque su resplandor me deslumbraba. Además, cuando el amor brota, no de los labios, sino del corazón, nada es tan difícil como expresarlo con palabras. Sólo me atreví, pues, a apretar contra mi pecho la mano de Liliana; quedé mudo, porque, no pudiendo hablarle de amor, ¿de qué otra cosa podía yo hablarle en aquel instante? Por tin, en silencio alzamos ambos la cabeza hacia el firmamento y contemplamos las estrellas como quien reza.

De repente, unas voces que venían de una de las principales hogueras me llamaron al campamento, al que regresamos en seguida.

Las diversiones se estaban terminando; pero para acabarlas dignamente quisieron los emigrantes, antes de irse a descansar, entonar algunos salmos. Todos los hombres se descubrieron, y aunque entre ellos los había de diversas religiones, arrodilláronse todos sobre la verde alfombra de la estepa y entonaron el salmo Errando por el desierto. Durante las pausas, era el silencio tan