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y los outlawys: «Todo lo llevaré a cabo—exclamé, lleno de entusiasmo—; a quienquiera que se atraviese en mi camino lo mataré, conduciré al tabor, aunque fuera hasta el extremo límite de la Tierra; y si no es cierto lo que os digo, que Dios me quite la mano derecha.» Un hurral todavía más imponente acogió mis palabras, y, entusiasmados, pusiéronse todos a entonar el himno de los emigrantes. I crossed Mississippi. I shall cross Missouri (1). Luego habló Smith, el más anciano de los emigrantes, minero de las cercanías de Pittsburgo, en Pensilvania, el cual me dió las gracias en nombre de todo el campamento y encomió mi pericia de capitán; después de él puede decirse que en cada carro se discurseaba. Decíanse algunas cosas bufas, sobre todo Henry Simpson, que a cada momento gritaba: —¡Gentlemen, ya podéis ahorcarme si no digo la verdad!

Cuando, por fin, a fuerza de perorar, tuvieron todos la voz tomada, sonaron de nuevo los caramillos y las castañuelas y volvióse a bailar la jiga.

Mientras tanto, la noche había ido avanzando; la Luna brillaba en lo alto del firmamento con tan vivos resplandores, que las llamas de la hoguera casi palidecían bajo su fulgor, y las gentes y los carros aparecían iluminados por la doble claridad rojiza y blanca. Era una noche espléndida, y la zambra del campamento ofrecía un singular y (1) Atravesé el Misisipí, atravesaré el Misuri.

LILIANA