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este objeto una extensión de hierba equivalente a unas cuantas toesas cuadradas, y después de apisonarla convenientemente, a guisa de era, habíala cubierto con una capa de arena traída del Cedar. Cuando los espectadores estuvieron reunidos, aquel joven comenzó a bailar la jiga, acompañado por los caramillos de los negros, despertando la admiración de todo el mundo. Con los brazos pendientes y el cuerpo inmóvil, movía los pies batiendo el suelo, ora con el tacón, ora con los dedos, tan rápidamente, que no era posible seguir con la mirada aquellos movimientos. Sonaban los caramillos frenéticamente, y pronto se presentó un nuevo bailarín, y luego otro, y otro, cundiendo la alegría y la algazara por todas partes.

A los negros que tocaban los caramillos uniéronse también los espectadores, sacudiendo unos las escudillas de hoja de lata que se utilizan para limpiar la tierra aurífera, y llevando otros el compás sirviéndose de trozos de costillas de buey, que, puestos entre los dedos de ambas manos, dan un sonido muy parecido al de las castañuelas.

De pronto resonaron por el campamento gritos de Minstrels! Minstrels!; abrieron los espectadores el ring es decir, el círculo alrededor de la explanada y aparecieron en el centro nuestros dos negros Dzim y Crow: el primero con un pequeño tamboril cubierto por una piel de serpiente, y el otro con unos trozos de costilla de buey, empuñados en la forma que hemos dicho ya. Miráronse ambos unos momentos, girando lo blanco de sus