yor impetu ni hecho de armas no se vio despues. Alli peleaua las voluntades y no braços, los elpiritus y no cuerpos, que pues no los auia , espiritual re cuétro le auemos de dezir, ya esta causa fue esta ef pátosa caualleria de mayor estimació. Vierades alos leales hazer marauillas en armas, apellidando a Dios, y retirarse los traydores, perdiendo cielo, y llamando a su Capitan. Alli falsauan las lanças del amor delos fieleslos escudos dela ingratitud delos infieles, y las alfiladas espadas dela perseuerácia de los buenos desmallauan las lorigas dela obstinacion delos malos. Las maças, y hachas dela fe delos imperiales, abollauan los yelmos delas capitosas cabeças delos amotinados, y los estoques dela justicia delos Cesareos, rompia las pieças delos ty ranos arneses. Bolaua por el ayre las hastas delas la ças, y con sus justificados encuentros, sacauan alos foberuios delas ricas sillas, las quales quedauan va zias de sus arrogantes dueños, para subir y ser ensalçados los humildes enellas. Morian los vnos, y matauá los otros, y quedauan biuos para siempre los muertos y los matadores: morian los tyranos muertes de perpetua pena, y quedauan los obedié tes conlas vidas de perdurable gloria. Parecia se la fealdad delos conjurados en sus monstruosos rostros, y la fidelidad delos leales en sus radiantes caras. De manera que aquellos que antes solian ser Angeles en hermosura, fuero despues feos Demo nios en espantable difformidad, tato que jamas se vieron tan hermosos biuos como los vencedores, nitan feissimos muertos como los vécidos. Estan do la batalla enel trácè qaueys oydo, pareciole al
santo