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medio de todo, era un buen muchacho. Ni aun en su ausencia se atrevían a exponer su verdadera opinión sobre él.

El único que aprobó sin reservas la conducta de Chistiakov fué Karuyev. Y dejó casi en absoluto de ir al número 64.

Chistiakov tenía ya ahorrados 290 rublos y esperaba tener para abril los 400 que necesitaba. La suma de que disponía en la actualidad hubiera sido algo más crecida de no haberse negado a pagarle la mensualidad de noviembre el padre de uno de sus alumnos. Además, le había dado 15 rublos a Rayko, que vivía casi exclusivamente con lo que le daban sus compañeros, sobre todo Vanka Kostiurin, el cual le pagaba la habitación.

Desde que sus ahorros se elevaban a la cantidad antedicha, Chistiakov estaba más tranquilo y más seguro de sí. Se pasaba noches enteras soñando con su próxima vida en el extranjero. Dedicaba ya algunos ratos a los preparativos del viaje. Cuando estaba inclinado sobre la maleta abierta inundaba su corazón una tristeza pura como el agua de una fuente, una añoranza vaga de algo lejano, desconocido, pero muy amado; parecíale que se le olvidaba llevarse no sabía qué muy importante...

Era a la sazón más cariñoso con sus compañeros y los tenía lástima. Los compadecía porque se quedaban junto a aquel terrible Tolkachov, porque bebían mucho, porque su vida sería insípida y triste, porque, si alguna vez soñaban, sus sueños no habían de realizarse nunca.