Página:Leonidas Andreiev - El misterio y otros cuentos.djvu/138

Esta página ha sido corregida
136
 

La chiquilla.— Una partida de ajedrez que está jugando con un caballero.

La señora.—¡Dile que si tarda le quitarán el sitio!

Una señora alta y delgada, de aire resuelto y belicoso, le disputa el sitio a un turista. El turista es un hombre exiguo y apocado y se defiende débilmente. La señora, en cambio, le ataca con verdadera furia.

El turista.—Pero, señora, éste es mi sitio: hace dos horas que lo ocupo.

La señora belicosa.—¿Y a mí qué me cuenta usted? Yo quiero colocarme ahí porque desde ahí veré mejor. ¡Y no hay más que hablar!

El turista (con timidez).—Yo también quiero estar aquí para ver mejor...

La señora belicosa (con desdén).—¿Usted qué entiende de eso?

El turista.—¿De qué? ¿De caídas?

La señora belicosa (burlona).—Sí, señor, de caídas. ¿Ha visto usted muchas? Yo he visto caer a tres hombres: a dos acróbatas, a un funámbulo y a tres aviadores.

El turista. Eso son seis hombres, no tres.

La señora belicosa (remedando, sarcástica, a su interlocutor).—¡Eso son seis hombres, no tres!... ¡Adiós, Pitágoras!... ¿Ha visto usted a un tigre despedazar a una mujer?

El turista (humildemente).—No, señora...

La señora belicosa.—Lo suponía. Pues yo sí, ¡con mis propios ojos!... Déjeme el sitio; se lo ruego.

El turista, abochornado, se levanta, encogiéndose