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—¿Y por qué han tocado a gloria?

—Porque Cristo ha resucitado.

—Permíteme, pues....

El borracho, con aire resuelto, volvió la cabeza hacia el guardia, sacando al mismo tiempo una cosa del bolsillo derecho de su chaqueta. Bargamot, en aquel momento, sin darse cuenta, pues el misterioso interrogatorio había logrado absorber toda su atención, le soltó. Y Garaska, que no esperaba aquella súbita falta de apoyo, midió el suelo con las costillas. Tendido en tierra, sin hacer el menor esfuerzo para levantarse, empezó a llorar, o mejor dicho a plañir como los campesinos cuando se les muere alguien.

Bargamot, asombrado, se dijo: «¿Estará burlándose de mi?» Y tras unos instantes de perplejidad, viendo que seguía lanzando perrunos aullidos, gritó, tocándole con el pie:

—¿Te has vuelto loco?... ¿A qué viene ese llanto?

—El hue...vo... el hue...vo.

Los aullidos se hicieron más suaves. Garaska se incorporó y le enseñó al guardia la mano derecha, sucia de un amasijo amarillo y blanco. Bargamot, aunque no comprendió aún de qué se trataba, barruntó que había ocurrido algo muy triste.

—Yo... quería felicitarte... por la resurrección de Cristo..., darte un huevo... [1], y tú...

Bargamot se enterneció: el pobre Garaska le había saludado con el noble y cristiano propósito de cam-

  1. El día de Pascua los rusos ortodoxos cambian tres besos, dictando: «Cristo ha resucitado», y suelen cambiar también huevos teñidos de rolo o de otro color.—(N. del T.)