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como grandes, pues todo en la naturaleza va al infinito.

Así, pues, no sólo las almas, sino también los animales, son inengendrables e imperecederos; desenvuélvense, envuélvense, revístense, desnúdanse, transfórmanse; las almas no abandonan nunca todo su cuerpo, y no pasan de un cuerpo a otro enteramente nuevo.

PRINCIPIOS No hay, pues, metempsícosis; pero hay metamorfosis; los animales cambian, toman y dejan sólo partes; lo cual ocurre poco a poco y en partículas insensibles en la nutrición, y de pronto, por modo notable, aunque rara vez, en la concepción o en la muerte, que son adquisiciones o pérdidas subitáneas de todo.

7. Hasta aquí hemos hablado simplemente como físicos; ahora es preciso elevarse a la metafísica, haciendo uso del gran principio, poco empleado generalmente, que dice que nada se hace sin razón suficiente; es decir, que nada sucede sin que sea posible, a quien conociera bastantes cosas, dar razón suficiente a determinar por qué es así y no de otro modo. Asentado ese principio, la primer cuestión que legítimamente se plantea es la siguiente: ¿Por qué existe algo en lugar de la nada? Pues la nada es más simple y fácil que el algo. Además, supuesto que deba existir algo, hay que poder dar razón de por qué debe existir así y no de otro modo.

8. Ahora bien, esa razón suficiente de la existencia del universo no puede encontrarse en la