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tibles de ciencia y de conocimientos demostrativos.

6. Las investigaciones de los modernos nos han enseñado, y la razón asiente a estas enseñanzas, que los vivientes cuyos órganos conocemos, esto es, las plantas y los animales, no proceden de putrefacción o caos, como creyeron los antiguos, sino de simientes preformadas y, por tanto, de transformación de otros vivientes que preexistían. Hay animales pequeños en la simiente de los grandes, y, por medio de la concepción, esos pequeños animales toman un nuevo revestimiento, que se apropian, y así cobran medio de nutrirse y engrandecerse, para hacer su entrada en una escena más amplia y ser la propagación del animal grande. Es cierto que las almas de los animales espermáticos humanos no son razonables, y no llegan a serlo hasta que la concepción determina en esos animales la humana naturaleza. Y así como los animales no nacen estrictamente en la concepción o generación, tampoco perecen estrictamente en lo que llamamos muerte; porque es razonable que lo que no comienza naturalmente no concluya tampoco en el orden de la naturaleza. Así, despojándose de su máscara o de sus harapos, vuelven tan sólo a una escena más sutil, en donde pueden, no obstante, ser tan sensibles y tan bien regulados como en la otra más amplia.

Y lo que acabamos de decir de los animales grandes, sucede también en la generación y muerte de los animales espermáticos más pequeños, comparados con los cuales aquéllos pueden considerarse PRINCIPIOS