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Plutarco.—Las vidas paralelas.

ban, sino hacer manifiesta á todos su hazaña, clavó y fijó en la lanza el venerable rostro de un anciano, de un emperador modesto, de un pontífice máximo, y de un cónsul, y corrió por la ciudad como los Bacantes, volviéndose á cada paso á una parte y á otra, y blandiendo la lanza teñida en sangre. Dicese que Oton cuando le presentaron la cabeza, exclamo: «Esto no vale nada, oh soldados: mostradme la cabeza de Pison;»» y de allí á poco se la trajeron tambien, porque herido aquel jóven huyó, y perseguido por un tal Marco, fué igualmente decapitado delante del templo de Vesta. La misma suerte tuvo Vinio, confesando que habia tenido parte en la conjuracion contra Galba, porque clamaba que le hacian morir contra la intencion de Oton; y cortando asimismo la cabeza de Vinio y la de Lacon, las Ilevaron al nuevo emperador, exigiendo donativos. Pues á la manera de aquello de Arquíloco:

Siete los muertos son que en tierra yacen Alcanzados por piés uno por uno; ¡Y ya los matadores somos ciento!

Así entonces, muchos que ni de mil leguas se habian acercado, tiñendo las manos y las espadas en sangre, las enseñaban y pedian el premio, dando á Oton memoriales.

Halláronse más adelante los de ciento y veinte, á todos los que hizo buscar Vitelio y les quitó la vida. Llegó en aquella sazon al campamento Mario Celso, á quien acusaban muchos de que había exhortado á los soldados á acudir en defensa de Galba; y pidiendo la turba su muerte, Olon no vino en ello; pero temiendo contradecirles, expresó que no habia de quitarle la vida con aquella prontitud, porque babia cosas de que convenia informarse de él. Mandó, pues, que se le pusieran prisiones y se le tuviera en buena custodia, entregándolo á aquellos que eran más de su confianza.

Congregóse al punto el Senado, y como si fuesen otros