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Plutarco.—Las vidas paralelas.

que se hallaban en el sitio llamado las cabezas de la gran Sirte. Desmayaron con esta desagradable noticia, y más reinando entonces una gran calma; pero de pronto se levantó un viento húmedo de tierra de la parte de Mediodía cuando menos lo esperaban: tanto, que áun experimentán dola, no creian aquella mudanza. Arrecióse, pues, poco á poco, y tomó cuerpo el viento; con lo que desplegando todas las velas, y dando gracias á los Dioses, se engolfaron con rumbo á Sicilia, huyendo del Africa; y con rápido curso al quinto dia arribaron á Minoe, pueblo pequeño de Sicilia perteneciente á la dominacion de Cartago. Hallábase allí á la sazon el comandante cartaginés Sunalo, huésped y amigo de Dion; mas como no tuviese noticia de su venida ni de que le pertoneciese aquella escuadra, trató de impedir el desembarco de los soldados; pero éstos salieron al encuentro armados, y aunque á nadie mataron, porque Dion se lo previno así por su amistad con el comandante, persiguieron á los fugitivos, y se apoderaron del distrito.

Mas luego que los caudillos se vieron y saludaron, Dion restituyó la ciudad á Sunalo sin haber hecho en ella el menor daño; y éste, dando alojamiento á los soldados, proveyó á Dion de las cosas de que tenía necesidad.

Lo que principalmente los alentó fué lo ocurrido con la casual ausencia de Dionisio; porque hacía muy poco que con ochenta naves habia marchado á Italia. Así, aunque Dion exhortaba á los soldados á que se repusieran allí por algunos dias, hallándose mal parados de resulta de haber estado tan largo tiempo en el mar, ellos no lo permitieron, apresurándose á aprovechar la ocasion; por lo que clamaban que Dion los llevase á Siracusa. Descargando, pues alli todo el sobrante de armas y demas efectos, y encargando á Sunalo que se lo remitiese cuando hubiese oportunidad, marchó para Siracusa. Apenas se habia puesto en camino se le pasaron doscientos caballos de los Agrigentinos que habitan el Ecnomo; y despues de éstos los Geloos.