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VII

más puede decirse que se ven representades como en un teatro, que no que se leen escritas en un papel inanimado é insensible. La virtud que las produce brilla por sí misma con tales colores, que los ojos la distinguen, y excita el ardiente amor que dice Platon excitaria la sabiduria si con ellos pudiera verse. A esto se agregan las sibias amonestaciones que sobre ella hacc Plutarco: no inoporlunamente y á cada paso, sico cuando la ocasion lo pide, y con tal comedimiento y sobriedad, que vienen muy naturalmente en sus lugares, y como que se echarian ménos en ellos si faltasen.

Su juicio es tan profundo como sólido y alinado. ¡Con qué sagacidad distingue los términos de la virtud y del vicio, para que no se confundan y para que no se enlıra éste con los atavios de aquélla, como suele á veccs intentarlo! La virtud es franca, seneilla y desinleresada: no ama la ostentaeion; y bastándose á si misma, no husea otro premio que el bien que sus obras producen. Por ostos caraeteres la reconoee, y por estas dotes la reeomienda. Mas donde prineipaimente sobresale su tacto fino y deliendo para juzgar y apreciar tns acciones, es en las comparaciones de que hablé arriba: alli es donde brilla sn singnlar talento, y se descubre cuánto babia meditado sobre la esencia y efectos do la virtud, y cuán extensos y sólidos eran sus conocimientos en moral y en polílica. De ellas solas podrian los hombres públicos sacar indecible provecho, porque son lo más acendrado y sublime que se ha dicho en cstas materias, y como el filtimo linde y término hasta donde la razon humana puede alcanzar en ellas.