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PLUTARCO.—LAS VIDAS PARALELAS.

vientes por no conoc:rle pasaron de largo. Sólo Cornelio Lentulo, jóven de familia patricia, le vió y reconoció, y apeándose de su caballo, le acarició y rogó que subiese en aquél y se salvara para bien de los conciudadanos, que entónces más que nunca necesitaban de un buen general.

Paulo se negó á sus ruegos, y obligó con lágrimas á aquel jóven á que otra vez monlase; y entónces, tomándole la diestra, y dando un profundo suspiro: «Anunciad, ob Lentulo, le dijo, á Fabio Máximo, y sed testigo para con él que Paulo Emilio siguió su dietámen basta la muerte, y en nada faltó á llo que con él babia concertado; sino que fué vencido, primero por Varron y despues por Anibal.»

Dado este encargo, despidiéndose de Lentulo, se mezcló entre los que estaban bajo el yerro de los enemigos, .y murió con ellos. Dicese que murieron en la misma accion cincuenta mil Romanos, y cuatro mil fueron tomados vivos; y que despues de la batalla fueron cautivados cuando ménos otros diez mil en ambos campamentos.

Despues de tan señalada vietoria incitaban á Anfbal sus amigos para que no desperdiciara su fortuna, y tras los enemigos en el mismo punto de su fuga cayera sobre Roma, pues al quinto dia de la victoria cenaria en el Capitolio; pero no es fácil explicar qué consideracion pudo contenerlo: mas bien diremos que fué obra de algun Genio 6 algun Dios que quiso estorbárselo, que no demasiado recelo ó temor suyo: asi se cuenta que el cartagines Barca le dijo con enfado: «Tú, Anfbal, sabes vencer; pero no sabes aprovecharte de la victoria.» Con todo hizo esta victoria tal mudanza en sus cosas, que no teniendo ántes de la batala ni una ciudad, ni un mercado, ni un puerto en la Italia, por lo que con gran trabajo y dificultad recogia los precisos viveres para el ejército, y se habia arrojado á la guerra sin poder contar con nada, pareciendo su ejército á una cuadrilla de bandoleros que anda errante de una parte á otra, entónces casi toda la Italia se puso en su po-