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PLUTARCO.—LAS VIDAS PARALELAS.

no de los Romanos contra Fabio, llegado que hubo adonde estaban sus posesiones, mandó que se talara é incendiara todo la demas, y sólo á aquéllas se perdonara, dejando una guardia que no permitiera destruir ó tomar nada de lo que allí habia, Todo esto fué anunciado en Roma, dándosele gran valor, levantando mucho ei grito los tribunos de la plebe, á instigacion principalmente de Metilio, que atizaba aquel fuego, no tanto por enemistad á Fabio, como porque teniendo deudo con Minucio el maestre de la caba- Hería, juzgaba que cedian en bonor y aprecio de éste aquelos rumores. Habia además caido en la indignacion del Senado, por llevar éste á mal el tratado que acerca de los cautivos habia hecho con Anibal; porque te habia otorgado que se canjearia hombre por hombre, y que si de la una de las partes era mayor et número, por cada uno de los que se entregasen se darian doscientas y cincuenta dracmas. Por lanto, cuando hecho el canje se halló que todavla le quedaban á Anibal doscientos y cuarenta, el Senado resolvió no enviar su reseate; y se quejaba de que Fabio, contra toda razon y toda conveniencia, tratara de volver á Roma á unos bombres que por cobardía habian sido presa de los enemigos. Enterado de esta resolucion Fabio, sufrió muy resignadamente el encono de los ciudadanos; mas no teniendo caudal propio, y no queriendo faltar á lo tratado, ni dejar abandonados á aquellos infelices, envió á Roma á su hijo con órden de que vendiera sus tierras y le llevara al punto el importe al ejército. Vendiólas éste, efectivamente, y vuelto allá con suma presteza, envió Fabio el rescate á Aníbal, y recobró los eautivos. Muchos de éstos quisieron remitirselo déspues; pero no quiso recibirio de nadie, sino que lo perdonó á todos.

Llamaron á Fabio á Roma despues de estos sucesos los sacerdotes para ciertos sacrificios, y entregó el mando á Minucio, no sólo con precepto que como emperador le imponia de no entrar en batalla ni tener reencuentros con los