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FABIO MÁXIMO.

pues que encendido el cuerno hasta la raíz se hizo sentir el fuego en la carne, y que moviendo y sacudiendo con el dolor las cabezas se lienaron unas á otras de mucha llama, ya no guardaron órden en su direccion, sino que espantadas é irritadas, dieron á correr á lo alto de los montes, llevando encendido el testuz y la cola, y encendiendo tambien muchos de los matorrales por donde buian: espectáculo muy espantoso para los Romanos puestos de guardia en aquellos oteros. Porque parecia que las luces eran llevadas por hombres que iban corriendo: entróles, por tanto, mucha turbacion y miedo, imaginándose que de diversas partes venian enemigos sobre ellos, y que por todas estaban cercados. No teniendo, pues, valor para mantenerse en sus puestos, se retiraron al centro del campamento abandonando las gargantas. Con esta oportunidad, inmediatamente las tropas ligeras de Aníbal ocuparon las alturas, y ya toda la demas fuerza habia marchado sin ser inquietada, llevándose una abundante y rica presa.

Fabio bien se apercibió del engaño en la misma nocbe, porque algunas de las vacas que huyeron espantadas, babian venido á dar en su poder; pero temiendo alguna celada preparada á favor de las tinieblas, tuvo inmoble el ejército sobre las armas. Luégo que amaneció se puso en persecucion de los enemigos, y alcanzando la retaguardia, se trabó combate en terreno quebrado, por lo que en éstos era grande la confusion, basta que Anfbai, baciendo salir de aquellas gargantas á los Españoles más ejercitados en correr por los montes, gente muy lista y de gran ligereza, los envió eontra la infanterla pesada de los Romanos, en la que hicieron bastante mortandad, y obligaron á Fabio á retirarse. Con esto crecieron las habladurías y el menosprecio cantra él; porque no poniendo en las armas su confianza, sino aspirando á triunfar de Anfbal con la sagacidad y prevision, aparecia vencido y burlado con estos mismos medios; y queriendo Aníbal encender todavía más el enco-