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FABIO MÁXIMO.

y ambicioso, estaba engreido con sucesos muy afortunados gue ántes, contra toda probabilidad, babia tenido; pues que á pesar del dictámen del Senado y de la resistencia de su colega, dió batalla á los Galos, y los venció.

A Fabio, tampoco le conmovieron los prodigios, porque ninguna razon veia para ello, sin embargo de que á muchos les pusieron miedo; pero ioformado del corto número de los enemigos y de su falta de medios, exbortaba á los Romanos á que aguantasen y no entraran en contienda con un hombre que mandaba unas tropas ejercitadas para esto mismo en muchos combates; sino que enviando socorros á los aliados y conteniendo á las ciudades, dejaran que por si mismas se deshicieran las fuerzas de Anfbal, como una liama levantada de pequeño principio.

No logró, sin embargo, persuadir á Flaminio, el cual diciendo no sufriria que la guerra se acercase á Roma, ni como el antiguo Camilo pelearia en la ciudad por su defensa, dió órden á los tribunos para que saliesen con ei ejército; y marchando él á caballo, como éste sin eausanioguna conocida se hubiese asombrado y espantado de on modo extraño, se venció y cayó de cabeza; mas no por eso mudó de propósito, sino que llevando adelante el de ir en busca de Aníbal, se fué á tomar formacion junlo al lago de la Etruria llamado Trasimeno. Viniendo los soldados á las manos, al propio tiempo de darse la batalla hubo uo terremoto, con el que algunas eiudades se arruinaron, las aguas de los rios mudaron su curso, y las rocas se desgajaron desde sus fundamentos; y sin embargo de ser tan violenta esta convulsion, absolutamente no la percibió Dinguno de los combatientes. El mismo Flaminio, despues de haber hecho los mayores esfuerzos de osadfa y de valor, pereció en la batalla, y á su lado lo más elegido; de los demas que volvieron la espalda, fué grandísima la mortandad; los que perecieron fueron quince mil, y los