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PERICLES.

casera y ociosa, en vez de la libre y venlilada que llevaban ántes; de lo cual era causa quien recogiendo dentro de los muros durante la guerra toda la muchedumbre que ocupaba la region, y no empleando en nada aquelios hombres, los tenia encerrados como reses, dando lugar á que se inficionaran unos á otros, sin proporcionarles respiracion ó alivio alguno.

Queriendo poner remedio á estas quejas, y causar algun daño á los enemigos, armó ciento cincuenta naves, y poniendo en ellas muchas y buenas tropas de infantería y caballería, estaba para hacerse á la vela, infundiendo grande esperanza á sus ciudadanos, y no menor miedo á los enemigos con tan respetable fuerza. Cuando ya todo estaba á punto, y ol mismo Pericles á bordo en su galera, ocurrió el accidente de eclipsarse el sol y sobrevenir tinieblas, con lo que se asustaron todos, teniéndolo á muy funesto prodigio. Viendo, pues, Pericles al piloto muy sobresaltado y perplejo, le echó su capa ante los ojos, y tapándoselos con ella, le preguntó si tenía aquello por terrible 6 por señal de algun acontecimiento adverso. Habiendo respondido que no: «¿Pues en qué se diferencia, le dijo, esto de aque:lo, sino en que es mayor que la capa lo quo ha causado aquella oscuridad? Estas cosas se enseñan en las escuelas de los filósofos.» Habiendo, pues, Perieles salido al mar, no se halla que hubiese ejecutado otra cosa digua de aquel aparato, que haber puesto sitio á la sagrada Epidauro, que daba ya esperanzas de que iba á tomarse; pero por la peste se malograron: porque habiéndose manifestado en la escuadra, no sólo los afligió á ellos, sino á cuantos con aquella comunicaron. Como de estas resultas estuviesen mal con él, procuraba consolarlos é infundirles aliento; mas no logró templarlos ó aplacar su ira, sin que primero la desahogasen, yendo á votar contra él en la junta públiea, en la que prevalecieron; y además de despojarle del mando, le impusieron una multa. Ascendió ésta,