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PLUTARCO.—LAS VIDAS PARALELAS.

se divertia. Mas quién se maravillará de que hombres sa- Lfricos de profesion sacrifiquen con las calumnias de los bombres más aventajados á la envidia como á un Genio maléfico, cuando el mismo Estesimbroto Tasio se atrevió á proferir ura horrible y mentirosa blasfemia contra la mujer del mismo hijo de Pericles? ;tan encontrada y opuesta parece que está la verdad con la historia! pues para los que vienen más tarde el tiempo pasado se interpone, y roba el conocimiento de los hechos; y las relaciones contemporáneas de las vidas y acciones, ó bien por envidia, ó bien por lisonja y adulacion, eorrompen y desfiguran la verdad.

Clamaban contra Pericles los oradores del parlido de Tucidides, diciendo que dilapidaba el tesoro y disipaba las rentas; y él preguntó en junta al pueblo si le parecia que gastaba mucho. Respondiéronle que muchisimo; y entónces: «Pues no se gaste, dijo, de vuestra cuenta, sino de la mia; pero las obras han de llevar sólo mi nombre.» Al decir esto Pericles, ora fuese porque se maravillaran de su magnanimidad, ora porque ambicionaran la gloria de tales obras, gritaron á poríla, ordenándole que gastase y expendiese sin excusar nada. Finalmente, traido á contienda con Tucfdides sobre el ostracismo, y puesto en riesgo, consiguió desterrar á éste, y disipar la faccion que le era opuesta.

Cuando, desvanecida enteramente esta diferencia, la ciudad vino á ser toda como de un temple y una sola, puso completamente bajo su disposicion á Atenas y cuanto de los Atenienses dependia, los Iributos, los ejércitos, las naves, las islas y el mar, y un poder de gran fuerza, no sólo por los Griegos, sino tambien por los bárbaros, á causa de que se consideraba forlalecido eon pueblos que les estaban sujetos, y con la amislad y alianza de reyes poderosos; y entónces ya no fué el mismo, ni del mismo modo manėjable por el pueblo, dejándose llevar como el viento de los de-