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CAMILO.

dos como para venir á las manos[1]. En Roma algunos de los bárbaros, pasando casualmente por aquella parte por donde Poncio subió por la noche al Capitolio, y advirtiendo en muchos puntos vestigios de los piés y de las manos, segun que se asia y tenfa que tomar vueltas, y por muchos puntos tambien arrancadas las matas que nacen en los derrumbaderos y hundido el terreno, dieron de ello parte al Rey. Yendo éste á verlo, calló por entónces; pero i la tarde, juntando á los más ágiles de cuerpo entre los Celias, y más hechos á trepar por los montes: «Los enemigos, les dijo, nos han enseñado que el camino por doude á ellos se sube, y que nosotros no sablamos, no es ni invencible ni inaccesible á los hombres. Vergüenza seria que teniendo tanto adelantado, al fin lo echáramos á perder, y abandonáramos como inconquistable un lugar que los mismos enemigos nos han enseñado por dúnde ha de tomarse; porque por donde á uno ie es fácil ir, no ha de 1er dificil á muchos uno á uno, y áun tienen la ventaja de que pueden entre si darse fuerza y ayudarse; y á cada uno se le darán los premios y honores correspondientes.»

Dicho esto por el Rey, se ofrecieron los Galos con ánimo pronto; y subiendo muchos juntos á la media noche, treparon por la piedra arriba con muchos silencio, colgados por aquellos sitios tajados y cscabrosos, que se les bacian más accesibles y praeticables de lo que habian esperado; lanto, que los primeros ya tocaban la cumbre, y se iban preparando, porque casi nada les faltaba, para acometer á las guardias que se habian dormido, pues no habian sido sentidos ni de hombre ni de perro alguno. Mas habia unos Iasares sagrados en el templo de Juno, alimentados largamente en otro tiempo, pero tratados entónces con descuido y oscasez, por la falta de víveres que los siliados mismos Este periodo es conocidamente ana repeticion del anterior: de quá ha podido provenir, no se gabe.

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