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PLUTARCO.—LAS VIDAS PARALELAS.

ahora últimamente los Veyentes y Capenates, y muchos de los Faliscos y los Volscos; contra los que moveis vuestras armas, y si no os ceden parte de sus bienes, los esclavizais, los saqueais, y derribais sus ciudades; en lo que no haceis nada que sea reparable ó injusto, sino quo seguis en ello la más antigua de las leyes, que da á los más podero- 8os los bienes de los más débiles, empezando por el mismo Dios, y finalizando en las fieras; pues aun entre estas es impulso de la naturaleza que las de más fuerza bagan ceder á las más débiles. Dejaos, pues, de compadecer en su cerco á los Clusinos, y no enseñeis á los Galos á bacerse humanos y compasivos en favor de aquellos á quienes injurian los Romanos.» Conocieron por este razonamiento los Romanos que Breno no era hombre á quien pudiera reducirse; é introduciéndose en Clusio, animaron é incitaron á aquellos ciudadanos á que saliesen con ellos contra los bárbaros; bien quisiesen enterarse del valor y pujanza de éstos, ó bien hacer muestra de la suya. Verificada la salida de los Clusinos, y trabada batalla al pié de los muros, uno de los Fabios, Quineto Ambusto, que tenía caballo, salió en oposicion de un Galo robusto y arrogante que se habia adelantado mucho á los demas; sin ser aquél conocido al principio, porque la audiencia habia sido breve, y las armas muy brillantes que levaba no dejaban que se le viese el rostro. Mas despues que quedó vencedor, al ir á despojar al Galo, conociéndole Breno, puso por testigos á los Dioses de que contra lo que es reconocido por santo y justo entre todos los hombres, habia venido de embajador, y tomaba parte en la guerra: por tanto, alzando al punto mano del combate, no hizo ya cuenta de los Clusinos, y movió el ejército contra Roma. Mas con todo, no queriendo que se biciese juicio de que se holgaban con aquella injusticia, y que no descaban más que un pretexto, envió á pedir que se le entregara aquel Romano, para tomar en él satisfaccion, y entretanto marchaba lentamente.