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CAMILO.

reunidos, los llevó hasta las avanzadas de los Romanos, y se los entregó, previniendo que le condujesen á la presencia de Camilo. Conducido y puesto ante él, le dijo que era maestro y preceptor; pero que prefiriendo el deseo de bacerle obsequio á las obligaciones de juslicia en que estaba, venía á entregarle la ciudad en aquellos niños. Hecho atroz le pareció este á Camilo; y vuelto á los circunstantes: «jQué cosa tan lerrible la guerra! les dijo, pues es forzoso hacerla por medio de muchas injustieias y violencias; pero con todo, para los varones rectos tiene tambien sus leyes la guerra, y no se ha de lener en tanto la victoria, que no se desdeñen los favores de acciones perversas é implas; pues el gran general más ha de mandar flado ea la virtud propia, que en la maldad ajena.» Y entónces mandó á los ministros que despojasen al maestro de sus vestidos y le atasen las manos atras, y que á los niños les diesen varas y látigos, para que hiriéndole y lastimándole, lo llevasen así á la ciudad. Acababan los de Falerios de téner conocimiento de la traicion del maestro, y cuando la ciudad estaba entregada á la afliccion que era indispensable en semejante calamidad, corriendo áun los hombres más señalados y las mujeres á las murallas y á las puertas sin ninguna reflexion, llegaron los niños castigando al maestro, desnudo y atado como estaba, y proclamando á Camilo por su salvador, su Dios y su padre; espectáculo que no sóio en los padres de los niños, sino en todos los demas ciudadanos, engendró grande admiracion y deseo de la justicia de Camilo. Corrieudo, pues, á celebrar junta, le enviaron embajadores, entregándolo todo á su disposicion; y él los despachó á Roma. Presentados al Senado, dijeron que los Romanos con anteponer la justicia á la Yictoria les habian enseñado á tener en más tal vencimiento que la libertad, pues reconocian que no tanto les eran inferiores en poder como en virtud. Como el Senado vol- Fiese á poner en manos de Camilo la determinacion y ar- TOMO 1.

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