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PLUTARCO.—LAS VIDAS PARALELAS.

por la parte de afuera para atraer los ciudadanos á la muralla; y otros, caminando ocultamente por las minas, llegaron, sin ser percibidos, hasta estar dentro del alcázar junto al templo de Juno, que era el más grande y de mayor veneracion en la ciudad. Dícese que á esta sazon se hallaba allí el cauditlo de los Tirrenos, entendiendo en çierto sacrificio, y que el agorero, al registrar las entrañas, dió una gran voz, diciendo: «Dios da la victoria al que venga en seguimiento de estas víctimas;» lo cual oido por los Romanos desde las minas, rompiendo al punto el pavimento, y ecbando mano á las armas con estrépito y griterla, asombrados los enemigos, dieron á huir; y ellos entónces, apoderándose de las entrañas, corrieron con ellas á Camilo; pero esto parecerá quizá que tiene el aire de fábula. Tomada la ciudad á viva fuerza, y encontrando y recogiendo en ella los Romanos una inmensa riqueza, al ver Camilo desde el alcázar lo que pasaba, al principio se quedó suspenso, y se le cayeron las lágrimas; despues, como le felicitasen todos por el suceso, levantando las manos á los Dioses y haciéndoles plegarias: «Jove Máximo, dijo, y vosotros Dioses, que sois testigos de las buenas y de las malas obras, bien sabeis que no contra justicia, sino en debida defensa nos bemos apoderado de la ciudad de unos hombres protervos é inicuos; mas si acaso en cambio de este tan feliz suceso somos deudores de alguna pena, os pido que por la cindad y ejército de los Romanos venga esta á parar sobre mi con el menor daño posible.»

En esto volviéndose sobre la derecha, como es costumbre de los Romanos en sus plegarias, tropezó en el mismo acto; y como se sobresaltasen los circunstantes, rebaciéndose prontamente de la caida: «Segua mi súplica, dijo, me ha sobrevenido una caida ligera por una felicidad tan extraordinaria.»

6 Saqueada que fué la ciudad, determinó trasladar á Roma la imágen de Juno, conforme al voto que de ello hizo; y