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PLUTARCO.—LAS VIDAS PARALELAS.

dijo: «Cimo! tambien quereis tratar de la guerra vosotroa que sois como los calamares, que teneis espada, pero os faita el corazon?»

Refierea algunos que Temístocles trató estas cosas arriba sobre la cubierta de la oave, y que entretanto se dejó ver naa lechaza, la que voló á la derecha de las naves, y se paró en lo alto de los mástiles; con lo que se afizmaron más en su dictámen, y se prepararon al combale navallas á poco sucedió que la araada de los enemigos, recorriendo el Ática hasta el pnerto de Falera, cobrió toda aquella costa, y que el Rey mismo, bajando tambien al mar eon las tropas de tierra, se dejó ver con grandisimo aparato, reanidas unas y otras fuerzas; con lo que á los Griegos se les borraron los discursos de Temístocles, y los del Peloponeso volvieron á poner sus miras en el istmo, indisponiéndose con el que lo contradecia. Determinóse el partir aquella noche, y asi se dis la órden á los capi- Lanes.

Entónces Temístocles, sintiendo en sa corazon el que los Griegos, malogrando la ventaja del lugar y de aquellas estrecheces, se esparciesen por sus respectivas ciudadesconcibió aquel estratagema que puso en obra por medio de Siquino. Era este Siquino un esclavo, persa de origen; pero muy afecto á Temístocles, y ayo de sus bijos. Enviólo, pues, al Persa con gran recato, con órden de que le dijese que Temístocles, el general de los Atenienses, abrazando su parlido, le anunciaba ántes que otro alguno que los Griegos iban á retirarse precipiladamente; por lo tanto, que dispusiera cómo no huyesen, sino que miéntras estaban así inquietos, destituidos del ejércilo, acomeliese y destruyese sus fuerzas navales. Tomando Jerges este aviso como nacido de inclinacion, tuvo en ello placer, y dió at punto órden á los capitanes de las naves para que las demas las preparasen con reposo, pero con doscientas marchasen á tomar en torno todas las avenidas, y á rodear las