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POBLÍCOLA.

poseido. Luégo que esluvo acahado y que se le adornó completamenle, se encendió en Poblicola el deseo de hacer su dedicacion. Mirábanle con envidia inuchos de los principales; y los demas honores que habia alcanzado y parecia corresponderle como legislador y como general, no los miraban con tanto encono; pero Aste teníanle por ajeno de él, y exhortaban é instaban á iloracio para que le moviese disputa sobre la dedicacion. Habiendo, pues, tnido que salir Poblicola á una expedicion militar indispensable, deerekando que fuese Horacio el dedicante, le subieron al Capitolio, como desconfiando de salir con su intento si aquél sobrevenía. Algunos dicen que echadas suerles, á Poblicola le cupo, muy contra su voluntad, la de ir al ejéreito, y al colega la dedieacion; mas puede conjelurarse lo cierto por lo mismo que pasó en el acto de esta. En los idus, pues, de Setiembre, que vienen á coincidir con el plenilunio del mes Metagilnion, congregados todos en el Capitolio, Hora- · cio, despues de imponer silencio y practicar las demas ceremonias, llegándose á las puertas, como es costumbre, pronunció las palabras establecidas para la dedicacion; mas el hermano de Poblícola, Marco, que hacía ralo estaba tambien á la puerta csperando el momento oportuno: «Cónsut, gritó, lu hijo ha muerto de enfermedad cn el ejército.»

Cansó esto pesadumbre á lodos los eircunstantes; pero Horacio, sin alterarse lo más minimo, y no diciendo otra cosa sino, «echad el muerto donde quisicrcis, pues yo no me abandono al lianto,» llevú al cabo lo que de la dedicacion le restaba. No cra cierla la noticia, sino que Marco la babia fingido para distraer á Horacio: con todo os muy digna de elogio la serenidad del cónsul, bien se hubiese impuesto con rapidez del engaño, ó bien sc hubiese mantenido inalterable á tal nueva, dándole crédilo.

Parece que en cuanto á la dedicacion tuvo el segundo templo la misma suerte: pues el primero que, como hemos dicho, habiéndole construido Tarquino le dedicó Horacio, 10MO 1.

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