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PLUTARCO.—LAS VIDAS PARALELAS.

Uno y otro, respecto de la comunicacion de las mujeres y de la procreacion, recta y politicamento habian precavido el inconveniente de los celos; pero no babian convenido en el modo: un Romano que se creia con bastantes hijos, persuadido por otro que los deseaba, era duedo de cederle en casamiento la mujer, y de volverla á recibir; pero un Lacedemonio, reteniendo su mujer en su casa, y constando el legitimo matrimonio, la cedia al que lo solitaba para tener de ella hijos: y muchos, como dijimos, con ruegos y exhortaciones trajeron á su casa aquellos de quienes les parecia que habian de tener bijos de buena figura é indole. ¡Y qué juieio baremos de estas costumbres? la una inducia una gran indiferencia en los casados, respecio de aquellas cosas que turban con pesares y celos la vida de los más de los hombres; y la otra venia á ser una modestia vergonzosa que tomaba por velo los desposorios, y reconocia por tanto lo insufrible de la comunicacion y compañia. En cuanto á la custodia de las mujeres, la de Numa las redujo más á lo que piden el sexo y la decencia; la de Licurgo, enteramente suelta y al grado de ellas mismas, sirvió de materia á los poetas; porque unos las llamaron destapapiernas, como Ibico; otros les daban el apodo de hombrunas, como Euripides, que dice de ellas:

Las que piorden con jóvenes sus casas, La ropa suelta con la pierna al aire.

Porque en realidad, las faldas de la tánica de las doncellas no estaban sujetas por abajo, sino que al andar descubrian y dejaban desnuda la pierna. Dijolo todavía con mayor expresion Sófocles en estos versos:

Á la jóven Hermione la envuelve Túnica sin estola, desceñida, Que el ebúrneo muslo deja fuera.