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PLUTARCO.—LAS VIDAS PARALELAS.

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belleza humana, esto es obra mayor el persuadirlo. Los Egipcios distinguen con algun viso de verosimilitud, diciendo que en cuanto á las mujeres no debe tenerse por imposible que se les llegue el espfritu de un Dios, y les infunda el principio de una concepcion; mas que en cuanto al hombre no bay cómo un Dios se le llegue y comunique con su cuerpo; pero no tienen presente que en lo mezclado hay reciprocamente comanicacion igual de una cosa con otra. Por lo que hace á aquella amistad de los Dioses con los bombres que suele llamarse amor, y se mira como un celo y cuidado de sus costumbres y de su virtud, estaria muy bien que la hubiese, y nada dicen fuera de lo conveniente los que cuentan que Forbanle, y Jacinto y Admeto, fueron amados de Apolo, como tambien Hipólito el de Sicione, de quien se diee que cuantas veces navegaba de Sicione á Cirra, se regocijaba la Pitia, como que el Dios lo percibia y se holgaba tambien, pronunciando en un verso heroico:

Hipólito otra vez; el bien amado Hipólito otra vez á la mar torna.

Corre asimismo la fábula de que Pan se enamoró de los versos de Píndaro, y de que cierta divínidad dió honor despues de muertos á Arquiloco y á Hesiodo por sus poemas. És fama igualmente que Sófocies en vida disfrutó el favor de hospedar á Esculapio, de lo que todavía quedan algunos argumentos, y que á su muerte otro Dios cuidó de que no careciese de sepultura. Y será justo, dando por ciertos estos bechos, resistirse á creer que Załeuco, Minos, Zoroastres, Numa y Licurgo, que debian gobernar reinos y establecer gobiernos, tuviesen para esto miamo la asistencia de un Dios? ¿no será más pucsto en razon que los Dioses se acercasen con esmero á hombres como estos para doctrinarlos y exhortarlos en cosas tan grandes; y