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LICURGO.

rasija, lo echaba en ella como se echan los volos, el que sdmitia llanamente; pero el que repugnaba, apretándolo bien en la mano; haciendo aqui el mismo efecto el estar aplastado, que en los volos el estar agujereado; y con sóto encontrarse uno asi, no lo admitian, porque querian que la rouoion fuese con placer de todos. Al ser asf desecbado le decian xtxaddetçat[1], porque Itaman cado á la vasija đonde se recogen los trozos de masa. De todos sus gnisos el más recomendado es el caldo negro, y los ancianos no echan ménos la carne, sino que la dejan para los jóvenes, conlentándose por toda comida con aquel caldo. Refiérese de uno de los reyes del Ponto, que precisamente por el lal ealdo compró un eocinero de Lacedemonia; y que habiéndolo gustado, se indignó contra éste, el cuał le dijo:

«j0h seior, para que guste este całdo es menester bañarse en el Eurotas!» Despues de haber bebido moderadamente se retiran sin farol, porque ni del banquete ni de otra parte es permitido ir con luz, para que se acostumbren á andar de noche resueltamente y sin miedo. Y este es el órden do los banqueles públicos.

No dió Licurgo leyes escritas, y ántes era esta una de las llamadas retras; porque creia que lo más esencial y poderoso para la felicidad de la ciudad y para la virtud estaba eimentado en las costumbres y aficiones de los ciudadanos, con lo que permanecia inmoble, teniendo un vinculo más fuerte todavía que el de la necesidad, en el propósito firme y seguro del ánimo y en la disposicion que produce en los jóvenes para cada cosa la educacion preparada por el legislador. Para los tratos de poca entidad y de intereses, que segun los casos ocurren ya de un Dodo ó ya de otro, creyó ser lo mejor no circunscribirlos Con la necesidad que inducen la escritura y los usos invariables, sino dejarlos para que los así educados juzguen[1] Como si dijéramos, caer de la vastja.


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