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FILOPEMEN.

tes á uno de que era hombre sobresaliente para el mando de un ejército, contestó Filopemen: «¿Cómo ha de merocer ese elogio un hombre que vivo se dejó cautivar por los enemigos?» Pues de alli á pocos dias Dinocrates de Mesena, que particularmente estaba mal con Filopemen, y además se hacía insufrible á todos por su perversidad y sus vicios, separó á Mesena de la liga Aquea, y se dirigió contra una aldea llamada Colonide con intento de tomarla.

Hizo la casualidad que Filopemen se hallase á la sazon en Argos con calentura; pero recibida la noticia, al punto marchó á Megalópolis, andando en un dia más de cuatrocientos estudios; y de allí partió al punto en auxilio de la aldea, llevan lo consigo á los de á caballo, que aunque eran los más principales y may jóvenes, gustosos entraron en la expedicion por celo y por amor á Filopemen. Encaminárouse á Mesena, y encontrándose junto al collado Eüan con binoerales, que tambien iba en busca de ellos, á este lograron rechazarle; pero como sobreviniesen de pronto unos quinientos que habian quedado en custodia del país de Mesena, y tomusen los vencidos las alturas luego que los vieron, temiendo Filopemen ser envuelto, y mirando tambien por sus tropas, dispuso sa retirada por lugares ásperos, poniéndose á retaguardia, haciendo muchas veces cara á los enemigos, y atrayéndolos hácia sí; los cuales, sin embargo, no se atrevían á cunbestirle, sino que sólo correspondian con gritería y carreras desde lejos.

Separábase frecuentemente por causa de aquellos jóvenes, acompañándolos de uno en uno, y con esto no advirtió que habia llegado á quedarse sólo entre gran número de enemigos; y lo que es á venir á las manos con él nadie se atrevia; pero de léjos le impelian y arrastraban á sitios pedregosos y cercados de precipicios; de manera que con dificultad gobernaba y aguijaba el caballo. La vejez por la vida ejercitada que habia tenido le era ligera, y en nada le estorbaba para salvarse; pero entonces, falto de fuerzas FILOPEMEN.