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Plutarco.—Las vidas paralelas.

vando su ánimo con la filosofia para bien comun de la Grecia; la cual parece haberle ya dado á luz tarde y en su última vejez, infundiéndole las virtudes de todos los generales antiguos; por lo que le apreció sobremanera, y le elevó al mayor poder y gloria. Por tanto, uno de los Romanos, haciendo su elogio, le llamó el último de los Griegos, como que despues de él ya la Grecia no produjo ninguno otro hombre grande y digno de tal patria.

De presencia no era feo, como han juzgado algunos; porque todavía vemos un retrato suyo que se conserva en Delfos. Y el desconocimiento de la huéspeda de Megara, dicen haber dimanado de su naturalidad y sencillez: porque sabiendo que habia de llegar á su casa el general de los Aqueos, se azoró para disponer la comida, no hallándose accidentalmente en casa el marido. Entró en esto Filopemen con un manto nada sobresaliente, y creyendo que fuese algun correo ó algun criado, le pidió que echara tambien mano á los preparativos: quitóse inmediatamente el manto y se puso á partir leña: llegó en esto el huésped, y diciendo: «¿Qué es esto, Filopemen?» le respondió en lenguaje dórico: ¿Qué ha de ser? pagar yo la pena de mi mala figura. «Burlándosele Tito por la extraña construccion de su cuerpo, le dijo: «¡Oh Filopemen! tienes buenas manos y buenas piernas, pero no tienes vientre,» porque era delgado de cuerpo; pero en realidad aquel dicterio más que á su cuerpo se dirigió á la especie de su poder:

pues teniendo infantería y caballería, en la hacienda solia estar escaso. Y eslas son las particularidades que de Filopemen se fieren en las trasnochadas.

En la parte moral, su deseo de gloria no estaba del todo exento de obstinacion, ni libre de ira; sino que con querer mostrarse principalmente émulo de Epaminondas, imitaba muy bien su actividad, su constancia y su desprendimiento de las riquezas; pero no pudiendo mantenerse entre las disensiones políticas dentro de los limites de la manse-