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Plutarco.—Las vidas paralelas.

para la misma magistratura. Hizo como que estaba arrepentido de su primer método, manifestándose más benigno; con lo que tuvo gratos á los usurpadores de los caudales públicos, porque no se lo echaba en cara, ni llevaba las cosas con rigor; de manera que, engrosados con sus rapiñas, colmaban de alabanzas á Arístides, é intercedian ansiosos con el pueblo para que todavía le eligieran otra vez; mas cuando ya iban á votarle, increpó á los Atenienses diciéndoles: «¡Conque cuando me conduje bien y fielmente, me maltratasteis; y cuando he dejado abandonados crecidos caudales en manos rapaces, me teneis por el mejor ciudadano! Pues más me avergüenzo del honor que ahora me haceis, que de la injusticia pasada; y me indigno contra vosotros, para quienes parece más glorioso el favorecer á los malos, que poner cobro en los intereses de la república.» Dicho esto, descubrió las malversaciones, con lo que hizo callar á sus panegiristas y encomiadores, y recibió de los hombres de bien una verdadera y justa alabanza.

Cuando Datis, enviado por Diario en la apariencia á tomar venganza de los Atenienses por haber incendiado á Sardis, pero en realidad á subyugar á los Griegos, se apoderó de Maraton y arrasó la comarca, entre los generales nombrados por los Atenienses para aquella guerra tenía el mayor crédito Milciades, pero en gloria é influjo era Aristides el segundo; y habiéndose adherido entonces en cuanto á la batalla al dictámen de Milciades, no fué quien ménos le hizo prevalecer. Alternaban los generales en el mando por dias, y cuando le llegó su turno, lo pasó á Milciades, enseñando así á sus colegas que el obedecer y sujetarse á los más entendidos, no sólo no es un desdoro, sino más bien laudable y provechoso. Calmando por este término la emulacion, y haciendo entender á todos cuánto convenia gobernarse por la inteligencia y disposiciones de uno solo, dió mayor aliento á Milciades, asegurándole en