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Pelópidas.

quítado del alcance de las mudanzas de fortuna. Por tanto, mejor lo entendió aquel Lacedemonio que á Diágoras, triunfador en Olimpia, que alcanzó á ver á sus hijos coronados en los juegos, y nietos de hijos é hijas, le saludó diciéndole: «Muérete, oh Diágoras, pues que no has de subir á otro Olimpo.» Pues todas las victorias Olímpicas y Piticas juntas no creo que hubiese quien las comparase con uno de los combates de Pelópidas; el cual, habiendo reñido muchas lides, vencedor en todas, y habiendo pasado la mayor parte de su vida en el honor y la gloria, últimamente en su decimatercia Beotarquia, despues de haber alcanzado el prez del valor sobre muerte de un tirano, dió su vida por la libertad de la Tesalia.

Si su muerte causó sumo pesar á los aliados, todavía les fué de mayor provecho, porque los Tebanos, luego que tuvieron noticia del fallecimiento de Pelópidas, no po niendo dilacion ninguna en el castigo, dispusieron inmediatamente una expedicion de siete mil infantes y ochocientos caballos, al mando de Malquites y Diogiton, los cuales llegando á tiempo en que Alejandro todavía estaba escaso y debilitado de fuerzas, le obligaron á que restituyese á los Tesalianos las ciudades que les habia tomado; á que dejase en paz á los de Magnesia, de la Ptiotide y de la Acaya, retirando las guarniciones, y á que pactase con ellos en un tratado, que adonde quiera que los Tebanos le condujesen ú mandasen, allá los seguiria: siendo esto con lo que los Tebanos se dieron por satisfechos. Ahora referiremos cuál fué la venganza que los Dioses tomaron de Alejandro, á causa de Pelópidas. Ya éste habia ántes enseñado á Teba, como arriba dijimos, á no mirar con miedo la brillantez y aparato exterior de la tiranía, que interiormente se sostenía sólo con algunas armas y algunos tránsfugas: además, recelosa siempre de su infidelidad, é indignada de su fiereza, trató y convino con sus hermanos, que eran tres, Tisifono, Pitolao y Licofron, el deshacerse de él