Página:Las veladas del tropero (1919).pdf/305

Esta página no ha sido corregida
— 301 —

él, en el paraje indicado por Sandalio, y lo mismo que éste vió el palenque, el rancho, el corral y la mujer cosiendo detrás de la puerta entreabierta. Se acercó al palenque, y soñando ya con la buena ginebra con que lo iban á obsequiar, llamó.

Contestó una voz femenina, cantando con toda claridad:

—Si por bebida vinieras, ¡ cuidado con las tranqueras!

Vicente, á punto ya de llegar justamente á la tranquera, se detuvo algo sorprendido, pero fué cosa de un rato, y resueltamente empujó la puerta. Esta cedió, pero movida como por un resorte poderoso se volvió á cerrar, pegándole al gaucho un golpe feroz que lo mandó á rodar, desmayado, á veinte varas de distancia.

Cuando, azorado, volvió en sí quedó admirado al ver que el rancho y todo había desaparecido. Sentía mucha sed y viendo que á su lado estaba un porrón de ginebra, lo tomó con avidez, y, sin paladear, sorbió un gran trago.

Pero la ginebra era agua, y como Vicente tenía poca afición por tan desabrido líquido, tiró lejos de sí el porrón y montando en su caballo que todavía estaba en el mismo sitio donde había estado antes el palenque, se fué bastante caviloso con lo que le había pasado.

Sandalio se encontró con él en la pulpería á los pocos días, y le preguntó cómo le había ido.

—¿Dónde?

preguntó Vicente, haciéndose el zonzo.

i Hombre—le dijo Sandalio, en el rancho que le dije, pues!

¡Ah! sí; rancho lindo, que parece de brujos.