Página:Las veladas del tropero (1919).pdf/26

Esta página no ha sido corregida
— 22 —

hasta el día de hoy, de dónde me sale ese buey con mi marca y mi señal, y sin que me pueda acordar cuándo ni cómo lo habré perdido. No me acuerdo haber tenido jamás un animal de esa laya.

Fingió admirarse don Cirilo, pero guardó para sí sus reflexiones.

Como un mes después, ni quizá tanto, recibió de don Braulio un chasque, avisándole que en su rodeo había una punta de animales que se habían mixturado con los suyos y que haría bien de venirlos á apartar.

Si don Cirilo no hubiera visto el buey corneta en la hacienda de don Braulio, quizá se hubiera muerto de admiración en presencia de caso tan inaudito; ¡ mire quién, para semejante aviso! pero la presencia del buey corneta en el campo de don Braulio todo se lo explicaba.—Le habrá sucedido lo mismo que á mí—pensó; y habrá tenido que acabar por rendirse.

Había acertado. Don Braulio, cansado de pegar rodadas, de reventar lazos, de cortarse con el cuchillo, de enfermarse con carne cansada, y todo, siempre con anuencia, al parecer, del buey corneta, se había convencido de que no había más remedio, para no verlo más, que dejar de carnear ajenos.

Y así lo había hecho, y ya se iba retirando el buey, alejándose cada vez más del rodeo y de las casas, hasta que desapareció del campo.

Cuentan que así fué pasando de estancia en estancia, durante largo tiempo, el buey corneta renegrido, siempre cambiando de marca, sin que se le pudieran conocer las anteriores; admirándose los dueños de ver de repente aparecer en su hacienda este extraño animal tan desconocido, á pesar de ser de su propiedad, y poco a poco se volvieron todos los