Página:Las tinieblas y otros cuentos.djvu/7

Esta página ha sido corregida

LAS TINIEBLAS


I

Hasta entonces había tenido suerte en todo lo que había hecho; pero aquellos últimos días le habían sido más que desfavorables hostiles. Como hombre cuya vida entera parecía un juego de azar muy peligroso conocía bien estos bruscos cambios de la fortuna y sabía aceptarlos con calma: la puesta en este juego era la vida, su propia vida y la de los demás, y gracias a esto había aprendido a estar siempre alerta, a darse cuenta rápidamente de la situación y a calcular con sangre fría.

Esta vez tenía también que obrar con astucia. Un azar cualquiera, una de esas pequeñas casualidades que no se pueden prever siempre, había puesto a la policía sobre su pista. Hacía dos días que él, terrorista y lanzador de bombas tan conocido, se veía perseguido incesantemente por espías que le encerraban en un cerco estrecho y apretado. No podía hallar un asilo en los círculos donde se conspiraba porque serían descubiertos por los espías. No podía andar más que por determinadas calles y avenidas; pero las cuarenta y ocho horas que llevaba sin dormir, constantemente en guar-