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malo, decidida a una mala acción. El se estremeció. Había ahora algo repugnante en aquella prostituta.

—¿Qué es lo que tienes? ¿Estás borracha?—preguntó con tono serio y lleno de inquietud.

Quiso coger su cuello postizo, pero ella se le adelantó y se apoderó del cuello y sin mirar lo tiró detrás de la cómoda.

—¡No lo tendrás!

—¿Qué es eso?—gritó él con voz ahogada; y cogiendo el brazo de la muchacha lo apretó como con un círculo de hierro. Los dedos de Luba se crisparon.

—¡Déjame! ¡Me haces daño!—protestó.

Apretó menos fuertemente, pero sin soltar el brazo.

—¡Ten cuidado!—le dijo a ella con tono amenazador.

—¿Qué? ¿Me vas a matar, querido? ¿Sí? ¿Qué es lo que tienes en el bolsillo? ¿Un revólver? Pues bien, puedes disparar. Quisiera verlo... ¡Sí que se necesitaría tener cuajo! ¡Viene a casa de una mujer y se duerme como un animal! ¿Está permitido? ¡Tú puedes beber—va y me dice—, yo voy a dormir!» ¡Ah, eso no, qué diablo! Se corta el pelo, se afeita y se cree ya que no le van a reconocer. ¡No, querido! ¡Tenemos policía! ¿Quieres, rico mío, que te eche mano la policía?...

Tuvo una risa alegre y triunfal. El vió con terror la malvada alegría que hizo presa en ella, una alegría salvaje dispuesta a todo. Se diría que aque-