136
—Y sin embargo vine a verte dos veces. ¿No te acuerdas?
Quizá hubiera venido, y hasta dos veces; quizá nunca había estado allí; Valia no sabía nada. Además no tenía para él ninguna importancia que hubiera venido o no aquella mujer desconocida. Pero le impedía leer con sus preguntas.
—¡Yo soy tu madre, Valia!
Muy sorprendido buscó a mamá con la mirada, pero mamá no estaba allí.
—¿Es que puede haber dos mamas?—dijo—. Dices tonterías.
La mujer se echó a reír, pero aquella risa no gustó a Valia; se veía bien que no tenía gana alguna de reír y que lo hacía a propósito para engañarle.
Durante algún tiempo estuvieron los dos callados.
—¿Sabes ya leer? ¡Eso es bueno!
El no respondió.
—¿Qué es lo que lees?
—¡La historia del rey Bova!—contestó con una serena dignidad y con un respeto evidente para el gran libro.
—¡Ah! Eso debe de ser muy interesante. Cuéntame esa historia, te lo ruego—pidió humildemente la mujer.
Y había de nuevo algo falso en aquella voz, a la que ella procuraba dar las notas dulces que tenía la de mamá, pero que aun así era aguda y desagradable. Había igualmente algo falso en todos sus movimientos. Se colocó mejor sobre la silla y aun extendió el cuello preparándose a escuchar