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TRAGEDIAS DE SÓFOCLES

tenga ningún lujoso adorno. Y postrada ante su tumba, pidele que venga piadoso en nuestro auxilio contra los enemigos; y que su hijo Orestes conculque bajo su pie y subyugue duramente a esos seres odiados, para que en adelante le presentemos ofrendas más ricas que las que ahora le ofrecemos. Pues yo creo, creo firmemente que por él se le aparecen a ésa tan horrorosas visiones. Por lo tanto, hermana, ayúdame en estas cosas que vienen en tu favor y en el mío y en el del más querido de los mortales: nuestro común padre, que yace en la mansión de Plutón.

Coro.—Movida de piedad habla la joven; y tú, querida, si meditas bien, debes hacer lo que te manda.

Crisótemis.—Lo haré; pues lo que es justo no admite discusión, sino prisa para ejecutarlo. Pero al emprender yo estas cosas, guardad silencio, por los dioses, amigas. Porque si lo llega a saber la que me ha parido, creo que me resultará amargo el intentar hacer esto.

Coro.—Si no soy necio adivino destituido de toda sabia previsión, ya viene la providente Justicia llevando en sus manos el triunfo del Derecho. Llegará, hija, sin que pase mucho tiempo. Tengo confianza desde que hace poco oí los ensueños de viento propicio. Pues jamás se me olvida el que fué rey de los helenos, ni tampoco la antigua y férrea hacha de dos filos que le mató de la manera más afrentosa y cruel. Llegará, pues, la Venganza de pies de hierro, que con sus muchas manos y muchos pies oculta está en terrible emboscada. Caerá sobre las rencillas nacidas de ensangrentadas nupcias, que no debian haberse unido en lecho común, y menos haberse consumado, porque lo vedaba la ley. Por esto creo yo...[1] que se nos ha aparecido este irreprocha-


  1. Hay una laguna en el original.