Página:Las siete tragedias de Sófocles - Biblioteca Clásica - CCXLVII (1921).pdf/57

Esta página ha sido corregida
37
ÁYAX

aguantable oir esto de un esclavo? ¿Por mor de quién gritas tan soberbiamente? ¿Adónde fué él, o en dónde se halló que no me encontrara yo? ¿No hay entre los aqueos más hombres valientes que ése? No parece sino que, con motivo de adjudicar las armas de Aquiles, anunciamos entre los aqueos crueles certámenes, si por todas partes nos presentara Teucro como unos malvados, y no os bastara a vosotros y a los demás subordinados conformaros con la decisión de respetables jueces, sino que siempre nos habéis de zaherir con vuestras calumnias traidoramente nos habéis de asesinar, vosotros los preteridos. Según esos procedimientos, jamás tendria eficacia ninguna ley; pues a los que en justicia han vencido rechazaríamos, y a los que detrás han quedado, delante colocaríamos. Esto es digno de reprensión. No, pues, los hombres más fornidos, más gruesos y de más anchas espaldas son la más firme defensa del ejército, sino que, por el contrario, los dotados de buen consejo son los que vencen en todas partes. De ancha espalda es el buey y, sin embargo, un pequeño aguijón le hace andar recto por su camino. Y a lo que veo, este mismo es el remedio que a ti te tendré que aplicar pronto, si no tomas una prudente determinación; pues por un hombre que ya no existe y no es más que una sombra, con tanta audacia te insolentas y tan descaradamente hablas. ¿No aprenderás a ser prudente, y sabiendo que eres esclavo de nacimiento, nos traerás aquí un hombre libre que te represente y nos exponga tus deseos? Porque a lo que tú digas jamás haré caso yo; a bárbara lengua no presto oído.

Coro.— Ojalá a los dos la prudencia os asista para pensar con sensatez; porque nada mejor que esto puedo aconsejaros.

Teucro.— ¡Ay! Muerto uno, cuán pronto entre los