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FILOCTETES

Hércules.—Todavia no, hasta que escuches mis palabras, hijo de Peante, y piensa que la voz de Hércules es la que en tus oídos suena, y su cara la que ves. Por to causa vengo desde mi celestial asiento, que be den. jado para anunciarte los designios de Júpiter y detenerte en el camino que acabas de emprender. Tú, em. pero, mis palabras escucha con atenţión. Y primeramente te recordaré mis azares, los grandes trabajos que sufrí y llevó a cabo para alcanzar esta inmortal virtud, como tienes ocasión de ver. También para ti, entiondelo bien, estaba decretado que pasaras estas penas, y que despuós de ellas tuvieras una gloriosa vida. Yéndote, pues, con este joven hacia la ciudad de Troya, primeramente te curarás de esa dolencia horrible, y te distinguirás por tu valor como el primero del ejército; a Paris, que de todas estas calamidades es culpable, privarás de la vida con mis fechas, y destruirás a Troya; los despojos que como premio al valor obtendrás del ejército, los enviarás a tu casa, a tu padre Peante, a la meseta dei Eta, tu patria; pero el botin que cojas de ese ejército, en recuerdo de mi arco llévalo sobre mi pira. Y a ti, hijo de Aquiles, mira lo que te aconsejo: porque como ni tú sin éste puedes conquistar el campo troyano, ni éste sin ti, asl, como dos leones consortes, defendeos: este a ti y tú a éste. Yo enviaré a Esculapio a Troya para que te cure de esa dolencia; pues ya está decretado que con mi arco sea ella conquistada. Y en osto debéis pensar después que devastéis el campo: en ser piadosos para con los dioBeB; pues las demás virtudes las estima todas como secundarias el padre Júpiter, porque la piedad no muere con los mortales: que vivan o'mueran éstos, ella no perece.

Filoctetes.—¡Oh tú que me envías esta deseada