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FILOCTETES

arrebatado de mis manos. En verdad que si algún sentimiento tienes, dirigirás compasivamente tus miradas al heredero de Hércules, tan amigo tuyo y que ya no se servirá de ti en adelante; pues desde ahora te hallas en manos de un hombre muy taimado, viendo sus ruines falsedades y a él mismo, guerrero odioso y aborrecible, levantando contra mi, del fondo de su desvergüenza, un sinnúmero de atrocidades en las que nadie penso.

Coro.—Propio es de todo hombre de bien decir únicamente lo que sea justo;'y una vez dicho, no dejar salir de su boca el dolor que le causa la envidia; pues habiendo recibido aquél solo el mandato de muchog, por encargo de éstos llevó a cabo la empresa común de todos sus amigos.

Filoctetes.—¡Oh voladora caz& y fieras de brillan. tes ojos que esta región alimenta en sus montes! Ya no huiréis de mi cuando os acerquéis a esta caverna, por que ya no tengo en mis manos el auxilio de mis flechas -iqué desdichado soy ahora! —, sino que libremente podéis ocupar esta región, que ya no os causa temor ninguno. Venid; ahora es ocasión de que os venguéis con mi muerte, saciando a vuestro placer el estómago con mi amoratada carne, puos pronto dejaré de vivir. Porque ¿de dónde he de sacar el sustento? ¿Quién asi como quedo yo puede mantenerse del aire, sin fuerzas para coger nada de cuanto produce la vivifica tierra?

Coro.—Por los dioses te pido que si algún respeto tlenes al extranjero, te llegues a él, pues lleno de benevolencia vino él hacia ti. Y entiende, entiende bien, que en tu mano está el librarte de esta desgracia; pues es lamentable alimentar una dolencia y. no comprender la inmensa pesaduinbre que consigo lleva.

Filoctetes.—Otra vez, otra vez me recuerdas mis