Página:Las siete tragedias de Sófocles - Biblioteca Clásica - CCXLVII (1921).pdf/328

Esta página no ha sido corregida
308
TRAGEDIAS DE SÓFOCLES

Ay de mi, infelizi Ya veis mi dolor; no me abandondis de ningana manera. ¡Attatay! Ab extranjero cefalenio! ¡Ojalá a través de tus pechos se corriera este dolor! ¡Huy! Papay, papay mil veces! ¡Ah pareja de ge. nerales, Agamemnón y Menelao! ¿Por qué, on vez de yo, no sois vosotros los que por igual tiempo sufráis esta enfermedad? ¡Ay de mi! Oh muerte, muerte! Cómo es que, llamándote asi todos los dias, no quieres venir jamás? ¡Oh hijo! ¡Oh noble! Arrójame, pues, en este renombrado volcán de Lemnos y quemame, ¡oh noble!, haciendo conmigo lo mismo que yo tuve que hacer en otro tiempo con el hijo de Júpiter por esas armas que tú ahora guardas. ¿Qué dices, niño? ¿Qué dices? ¿Por qué callas? ¿Dónde te encuentras, hijo?

Neoptólemo.—Sufro hace ya tiempo deplorando tu dolor.

Filoctetes.—Pues, hijo, ten valor; que éste me invade rápidamente y pronto se va. Pero te suplico que no me dejes solo.

Neoptólemo.—Ánimo! Te esperaré.

Filoctetes.—Si que me esperarás?

Neoptólemo.—Tenlo por cierto.

Filoctetes.—No creo que deba obligarte con jura. mento, hijo.

Neoptólemo.—Como que no me es posible marchar sin ti.

Filoctetes.—Dame tu mano en señal de fidelidad.

Neoptólemo.—Te la doy para esperarte.

Filoctetes.—Allå ahora a mi, allá.

Neoptólemo.—¿Adónde dices?

Filoctetes.—Arriba

Neoptólemo.—¿Qué desvarias de nuevo? ¿Por qué miras hacia el cóncavo cielo?

Filoctetes.—Deja, déjame.