Página:Las siete tragedias de Sófocles - Biblioteca Clásica - CCXLVII (1921).pdf/326

Esta página no ha sido corregida
306
TRAGEDIAS DE SÓFOCLES

Asamblea de los dioses, brillante todo con el divino tue. go que encendió sobre las alturas del Eta.

Neoptólemo.—Anda, si quieres. ¿Pero cómo asi, sin proferir palabra, permaneces en silencio y estás como atónito?

Filoctetes.—¡Aaah, aaah!

Neoptólemo.—¿Qué hay?

Filoctetes.—Nada grave; pero vete, hijo.

Neoptólemo.—¿Acaso to aprieta el dolor de la dolencia que sufres?

Filoctetes.—No, ciertamente, sino que creo que empiezo a aliviarme, ¡oh dioses!

Neoptólemo.—¿Por qué invocas a los dioses con esos gemidos?

Filoctetes.—Para que ellos nos salven y asistan benignos. Aaah, aaah!

Neoptólemo.—¿Qué te pasa? ¿No me lo quieres decir y permaneces silencioso? Claro se ve que estás sufriendo.

Filoctetes.—Estoy perdido, bijo, y no podré ocultaros el dolor. ¡Attatay! Me traspasa, me traspasa. ¡Infeliz! ¡Pobre de mf! Estoy perdido, hijo. Me devora, hijo. ¡Papay! ¡Appapapay! ¡Papappapapp&pappapay! ¡Por los diosés!, si tienes, hijo, cerca o en las manos una espada, bièreme en el pie; córtamelo en seguida; no temas por mi vida; anda, niño.

Neoptólemo.—¿Qué novedad te ha ocurrido asi do repente, que tan grandes llantos y gemidos te hace dar?

Filoctetes.—Lo sabes, hijo.

Neoptólemo.—¿Qué es?

Filoctetes.—Lo sabes, nitio.

Neoptólemo.—¿Qué te pasa? No lo sé.

Filoctetes.—¿Cómo no lo sabes? Pappapappapay!

Neoptólemo.—¡Terrible es el peso de tu dolencia!